La soledad se ha convertido y la depresión se han convertido en las nuevas epidemias que impactan la salud mental mundial. Las nuevas determinantes epidemiológicas sobre la soledad predicen sobre el aumento de la esperanza de vida, la disminución drástica del descenso de la natalidad en el mundo, las migraciones masivas, las determinantes socioeconómicas, el aumento de las adicciones y los trastornos neuropsiquiátricos, favorecen y condicionan el aumento de la soledad.
Sin embargo, otras de las casuales de la soledad están explicadas por el aumento de la longevidad, los divorcios, las crisis de los vínculos y del sentido de pertenencia, el individualismo, el egocéntrico social y el aumento de los trastornos mentales.
La soledad es un proceso y una condición que puede llegar sin que se esté preparado, pero también puede ser una elección y una decisión personal. Es de ahí que se hable de diferentes tipos de soledades, la más impactante, la soledad en compañía, o sea, una persona que vive con una pareja o familia y prefiere sentirse emocionalmente sola, sin afecto, sin cuidado, sin apoyo y sin conexión.
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La soledad por trauma o por rechazo social puede acompañarse de depresión, ansiedad, miedo, enfermedades psicosomáticas, insomnio y angustia existencial. Sin embargo, se puede gerenciar una soledad de forma oxigenante y nutriente cuando se asume para una actividad productiva, placentera y manteniendo el sentido de utilidad.
Las personas que viven en soledad sin conexión social, que no se ejercitan, no abrazan, no escuchan música, no tienen contacto con otras personas y otros lugares, van perdiendo conexiones neuronales en su cerebro, las funciones ejecutivas se alteran y se tiene mayor riesgo de padecer de déficit cognitivo leve, problemas psicológicos, somáticos, lentitud y torpeza en sus funciones académicas y motoras.
El cerebro es un órgano social, donde sus químicos y hormonas se activan en aquellas personas que viven conectadas, que asumen agenda de actividades, que logran y mantienen la independencia emocional y económica, la espiritualidad, los propósitos de vida y el bienestar social.
A mis pacientes adultos los acompaño a vivir de forma integral, funcional y equitativa en todas las áreas; o sea, en cualquier adversidad de la vida no optar por quedarse sola (o); y volver a construir vínculos, apegos y sentido de pertenencia.
Si llegó la jubilación, prepárese para construir y asumir el espíritu del voluntariado, asuma su sentido de utilidad, de propósito y de ayudar a las demás personas a través de sus años de experiencia, habilidades y destrezas adquiridas.
En los países del primer mundo, han creado el Instituto de la Soledad para responder con políticas de bienestar social a las personas que viven en soledad; allí le buscan compañía, trabajo, espiritualidad y salud mental.
En nuestra región, más personas están viviendo solas, con la agravante de que no contamos con programas de bienestar social, ni de gran inversión en salud mental, para aquellas personas indigentes, enfermos crónicos y desvinculados del entorno familiar y social.
La salud mental y la soledad son dos indicadores que se trabajan desde los resultados psicosociales, de la rehabilitación, el acompañamiento, la protección y la calidad y calidez de vida. Es lamentable que nos encontramos más conectados con la redes, más entretenido y distraídos; sin embargo, nos encontramos más solos y menos conectados con nuestro interior. Es decir, hemos renunciado al ser buscando y entreteniendo el parecer, y todo eso, apunta a la soledad existencial.https://hoy.com.do/soledad-y-salud-mental/